Ninguno de los dos se daba cuenta de lo pequeño que se podía hacer el mundo si te falta la mitad de tu corazón, o la mitad de tu sonrisa. Un día cualquiera se encontraron, soñaron el uno con el otro aquella misma noche. Él tenía miedo de perder como hizo muchas veces, o miedo de que fuera como algunas otras personas que pasaron por su pasado marcandole de por vida. Por otra parte, ella tenía pánico, emoción, ilusión, miedo, una ensalada de sentimientos que no entendía. Era pánico de enamorarse, emoción por haberle conocido, ilusión por aquella esperanza que la quedaba de ser feliz, y miedo a perderle. A ella la faltaba las ganas de sonreír, y a él le sobraban las ganas de jugar. Pero eso sí, tenían algo claro los dos, harían lo posible para encontrarse de nuevo y poder sentirse completos.
La siguiente noche de verse ambos sentían querer chocar sus labios, besarse, hasta que se les desgastaran los labios. 'Una historia para grabarla', pensó ella. Querían fundirse, abrazarse, besarse, ser felices el uno con el otro, sonreír, querían sentirse totalmente completos.
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Sonrisas falsas