Domingo por la tarde. Un día lluvioso, pleno Octubre, ningún plan para esta tormenta que se avecinaba. No, no me refería a la de fuera, me refería a la de mis pensamientos y mi corazón. Cada uno me decía una cosa diferente. Mi pensamiento me decía que estaba jugando conmigo, que lo dejara, que lo olvidara... Que sería mejor para mí. Y mi corazón, como no, se dejaba llevar por los latidos tan fuertes que producía él al sonreirme. Unos latidos sin sentido, que latian fuera de tono. La tormenta seguía, y esta vez seguiría entre mis ojos y su boca. Mis ojos cada vez que le miraban me transmitían tranquilidad, calma, saber que está ahí, aunque no fuera a mi lado, a veces era frustante. Otras.. simplemente, no me quedaba otra que sonreír ante todo. ¿Su boca? Cada vez que sonreía un nuevo mundo se abría ante mi. He incluso cuando estaba serio, completamente, me parecía el sueño más improbable que tuve nunca. Pero, al fin y al cabo; ya sabes como es eso de los amores no correspondidos. Díficiles, complicados, y además de eso, distanciados.
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Sonrisas falsas