¿Sabes lo que me pasa a mi? Que siempre quiero contentar a todo el mundo. Que no quiero que piensen que les he fallado, o que hice mal algo. Aunque todo eso conlleve que yo no sea feliz. Me da miedo lo que pueda pensar alguien, e incluso puedo llegarlo a pasar mal por 4 palabras tontas, pero solo si vienen de él. Todas y cada una de mis ojeras llevan su nombre, noches tontas en la cama en las que te pones a pensar en todo el día, y te das cuenta de todos los errores que has cometido, en lo mal que te has sentido. En todo. Absolutamente, todo. Entonces, te das cuenta de que siempre hay una persona que sale descontenta. Sí. Yo. De que eso que todo el mundo piense que estoy bien, que estoy fenomenal, que sigo siendo la misma de antes, que no he cambiado... Que soy la misma estúpida que se creía las pocas palabras bonitas que salían de él. ¿Sinceramente? No, no he cambiado, sigo siendo la misma, puede parecer inmaduro pero, ¿quién no se cree dos palabras bonitas de la persona que te hace sonreír cada día? Es todo tan difícil, tan complicado... Que al parecer muchas veces nos fijamos en la felicidad de los demás, en los buenos comentarios, en las buenas acciones, en lo que piensen de ti y de tus errores. Y se nos olvida mirar por nosotros, por nuestra felicidad, por nuestra sonrisa, por nuestros pensamientos, y por nuestros actos. Y no, no soy egocéntrica ni nada de eso, solo que voy aprendiendo poco a poco que la única felicidad que te tiene que importar es la tuya misma.
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Sonrisas falsas